El Bautismo de Cristo:
Todas las prefiguraciones de la Antigua Alianza
culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida pública después de hacerse bautizar
por san Juan el Bautista en el Jordán y, después de su
Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles: "Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado".
Nuestro Señor se sometió voluntariamente al
Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores, para "cumplir toda justicia". Este gesto de Jesús es una manifestación de su
"anonadamiento". El Espíritu que se cernía sobre las aguas de
la primera creación desciende entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva
creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su "Hijo amado".
En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las
fuentes del Bautismo. En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a
sufrir en Jerusalén como de un "Bautismo" con que debía ser bautizado. La sangre y el agua que brotaron del costado
traspasado de Jesús crucificado son figuras del Bautismo
y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva: desde
entonces, es posible "nacer del agua y del Espíritu" para entrar en el Reino
de Dios.
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